Había sido una noche muy agitada. Hunter entró a su departamento aun tratando de recuperar el aliento y jalando la mano de Penélope que caminaba detrás de él. Prendió las luces y puso hervir agua con la intención de hacer té. Su rostro exhibía el resultado del argumento final que tendría con su padre. Su ojo izquiero estaba hinchado; un moretón rojo, amarillo y púrpura enmarcaba su pómulo. Penélope abrió el congelador buscando hielo, lo envolvió en un trapo limpio y se lo dio a Hunter.
- Para tu ojo.
- Gracias.
- ¿Cómo te sientes?
- Si tengo que ser completamente honesto, más tranquilo.
- ¿Por qué?
- Porque ya todo está dicho
.
.
Penélope se sentó en el sillón de la sala tratando de analizar los acontecimientos de la noche. La Gala en el Met a beneficio de las víctimas de tráfico y comercio sexual te recordaba más a un desfile de modas que a la causa que trataban de apoyar. Los hombres y mujeres más poderosos de Nueva York estaban ahí, exhibiendo sus diamantes, trajes de diseñador, maquillaje y cabello impecable. Hunter pasó por ella a su dormitorio a las 7 pm. Las pupilas de Hunter se dilataron al ver a Penélope en su vestido largo, un vestido strapless plateado en corte sirena con la espalda descubiera. Se veía más grande de lo que realmente era, como una más entre los ricos y poderosos. Penélope disfrutó ver su cara de asombro y su respiración cambiar al verla. Juntos caminaron la alfombra roja donde diversos fotógrafos tomaron su foto, Hunter nunca soltó la mano de Penélope. Ella tuvo desde el principio el presentimiento de que él estaba más nervioso que ella, lo cual era casi imposible, después de todo él había crecido dentro de ese circo y conocía a la mayoría de los asistentes, ella era una desconocida que posiblemente no tenía nada en común con estas personas.
Una vez adentro, diversas personas se acercaron a la joven pareja con un sin fin de pretextos, en realidad lo que querían era información; ¿quién era esa desconocida agarrada de su brazo y por qué se había ausentado de ese mundo siendo que parecía encajar perfectamente en él?
Después de casi dos horas y habiendo terminada la subasta silenciosa, Hunter y Penélope se dirigieron a la salida.
- No toda la noche está perdida.
- ¿A qué te refieres?
- Todavía podemos escaparnos y hacer algo divertido.
- ¿Ya nos vamos?
- Ya cumplimos.
- ¿Y tu mamá? Cuando menos hay que despedirnos de tu mamá.
- Está bien.
Martha Perry estaba rodeada de la crema y nata de Nueva York, reía sutilmente y se mostraba complacida por el evento. Al verlos venir su mirada se clavó en Penélope. Había algo que irritaba y descomponía a Martha en esa joven.
- Qué gusto de verlos.
- Venimos a despedirnos mamá.
- ¿Ya se van? ¿Tan temprano?
- Penélope tiene exámenes.
- Seguro se pueden quedar a escuchar el discurso de tu padre. Penélope, convéncelo.
- Por mí no hay problema. Hunter, unos minutos más, ¿ok?
- Está bien.
Quince minutos después subió al estrado John Perry. Para ser un hombre de negocios se dirigía seguro hacía la multitud con la elocuencia de un político experimentado. Expresó gran admiración y empatía a las víctimas del tráfico de personas y hubo personas muy conmovidas con su discurso. Mientras todos aplaudían Penélope se distrajo y volteó hacia Hunter, quien se mantenía cruzado de brazos. Por un breve momento su mirada y la de su padre se encontraron y John Perry cambió su seño a uno muchísimo más serio, bajó del estrado y se dirigió hacia su hijo. Hunter jaló a Penélope tratando de escapar de su padre. La multitud rodeó a la pareja y John se aproximó saboreando el momento, como león que acorrala a su presa.
- Muy buen discurso Sr. Perry, creo que ya ha de tener experiencia en este tipo de eventos.
- Gracias Penélope, eres muy amable, la causa es muy cercana a mi corazón.
- Creo que eso que sientes es culpa papá.
- ¿Cómo dices?
- Culpa, ese sentimiento que no te deja dormir en las noches.
- No sé de que me hablas.
- Seguro que no, vamos Penélope, te llevo a tu casa.
- No sé porque insistes en pelear conmigo, sólo me he preocupado en darte lo mejor. Tengo dinero y una posición privilegiada pero he trabajado duro por todo lo que tengo, me gusta lo bueno, ¿y qué? No tuviste ningún problema con mi dinero gastándotelo por todos estos años.
- ¿En serio no tienes idea de todo lo que sé de ti?
- No sé de qué me hablas, no tengo nada que esconder.
- Buenas noches papá.
John Perry había cambiado su arrongancia por miedo. En lugar de dejarlos ir, pidió a sus guardaespaldas que escoltaran a la pareja a una sala privada del museo. Hunter se veía visiblemente alterado.
- No sé por qué tengo el presentimiento que estoy en el ojo del huracán, le susurró Penélope a Hunter.
- Bien, ya estamos sólos, Penélope cariño, ¿nos harías el favor de darnos un momento de privacidad entre padre e hijo?
- Penélope no se mueve de aquí, si crees que me puedes enfrentar será delante de una mujer.
- Hijo, te estás poniendo muy dramático. Esta clase de arranques no son de personas de nuestra clase.
- Creo que tú y yo estamos en clases distintas.
- Ahora resulta que eres demasiado bueno para nosotros los mortales, por favor! Bájate de tu córcel blanco.
- No me creo mejor que todos, pero sí me creo mejor que tú, yo no pago por sexo.
Penélope, que hasta ese momento se había mantenido al margen de lo que parecía una simple discusión entre padre e hijo, de pronto empezó a atar cabos y a darse cuenta que esa distancia que le había puesto Hunter estaba probablemente relacionada en lo que ahora se revelaba. John Perry se mantenía callado analizando la situación y calculando el porcentaje de certidumbre que existía en la declaración de su hijo.
- ¿Cómo crees eso? ¿Quién te dijo eso? Me siento herido y decepcionado que pienses tan poca cosa de tu padre Hunter.
- Muy bien papá, así vas a jugar, está bien, pero tus reproches no funcionan conmigo, a diferencia de mi mamá, yo no vivo en negación.
- Es una estupidez y me niego a ser parte de esta mentira que te inventaste, hasta pronto hijo.
John empezó a caminar hacia la puerta.
- Cuando estaba haciendo mi labor social como abogado conocí a una joven que había escapado de una bodega donde la tenían secuestrada a ella y a otras veinte. Cuando dimos con la bodega nos dimos cuenta de las condiciones inhumanas en las que vivían y nos encontramos una agenda con una lista. El desgraciado que las tenía secuestradas estaba organizando una subasta para venderlas al mejor postor. ¿Qué nombre crees que encabezaba la subasta? John P., junto con una cuenta en las Islas Caimán que rebeló el resto de tu apellido. No sólo pagas por sexo, sino que pagas por el privilegio de acostarte con vírgenes. Y esas vírgenes a veces no tienen más de 14 años, pagas una fortuna por mujeres que están ahí en contra de su voluntad, drogadas y maltratadas. Son las mismas que ahora les das millones para tratar de saciar tu culpa. Pero, ¿acaso es culpa, o son apariencias? No sé cómo le hiciste para no pagar por tus crímenes pero no me interesa saberlo. Creo que en esa lista había más que sólo hombres ricos y aburridos con su vida, han de haber habido políticos y toda clase de animal corrupto ¡Me das asco y me averguenza ser tu hijo!
John Perry se había manteniendo dando la espalda a su hijo. Antes que pudiera decir otra palabra Hunter se le había avalanzado y luchaba por cubrir su cara de los puños de su hijo. Finalmente los guardaespaldas intervinieron y separaron la pelea. Hunter fue escoltado afuera del museo, su traje estaba cubierto de sangre y su rostro aun estaba encendido de rabia. Penélope observó todo incrédula de todo lo que había dicho. Siguió a Hunter mientras forcejeaba con los guardaespaldas recordando una de sus primeras noches en Nueva York cuando la esperanza se había esfumado del aire y la humanidad no tenía rostro de hombre, sólo de mujer.
Las piezas empezaron a embonar y Lilith tuvo más que nunca justificación de existir.
Una vez adentro, diversas personas se acercaron a la joven pareja con un sin fin de pretextos, en realidad lo que querían era información; ¿quién era esa desconocida agarrada de su brazo y por qué se había ausentado de ese mundo siendo que parecía encajar perfectamente en él?
Después de casi dos horas y habiendo terminada la subasta silenciosa, Hunter y Penélope se dirigieron a la salida.
- No toda la noche está perdida.
- ¿A qué te refieres?
- Todavía podemos escaparnos y hacer algo divertido.
- ¿Ya nos vamos?
- Ya cumplimos.
- ¿Y tu mamá? Cuando menos hay que despedirnos de tu mamá.
- Está bien.
Martha Perry estaba rodeada de la crema y nata de Nueva York, reía sutilmente y se mostraba complacida por el evento. Al verlos venir su mirada se clavó en Penélope. Había algo que irritaba y descomponía a Martha en esa joven.
- Qué gusto de verlos.
- Venimos a despedirnos mamá.
- ¿Ya se van? ¿Tan temprano?
- Penélope tiene exámenes.
- Seguro se pueden quedar a escuchar el discurso de tu padre. Penélope, convéncelo.
- Por mí no hay problema. Hunter, unos minutos más, ¿ok?
- Está bien.
Quince minutos después subió al estrado John Perry. Para ser un hombre de negocios se dirigía seguro hacía la multitud con la elocuencia de un político experimentado. Expresó gran admiración y empatía a las víctimas del tráfico de personas y hubo personas muy conmovidas con su discurso. Mientras todos aplaudían Penélope se distrajo y volteó hacia Hunter, quien se mantenía cruzado de brazos. Por un breve momento su mirada y la de su padre se encontraron y John Perry cambió su seño a uno muchísimo más serio, bajó del estrado y se dirigió hacia su hijo. Hunter jaló a Penélope tratando de escapar de su padre. La multitud rodeó a la pareja y John se aproximó saboreando el momento, como león que acorrala a su presa.
- Muy buen discurso Sr. Perry, creo que ya ha de tener experiencia en este tipo de eventos.
- Gracias Penélope, eres muy amable, la causa es muy cercana a mi corazón.
- Creo que eso que sientes es culpa papá.
- ¿Cómo dices?
- Culpa, ese sentimiento que no te deja dormir en las noches.
- No sé de que me hablas.
- Seguro que no, vamos Penélope, te llevo a tu casa.
- No sé porque insistes en pelear conmigo, sólo me he preocupado en darte lo mejor. Tengo dinero y una posición privilegiada pero he trabajado duro por todo lo que tengo, me gusta lo bueno, ¿y qué? No tuviste ningún problema con mi dinero gastándotelo por todos estos años.
- ¿En serio no tienes idea de todo lo que sé de ti?
- No sé de qué me hablas, no tengo nada que esconder.
- Buenas noches papá.
John Perry había cambiado su arrongancia por miedo. En lugar de dejarlos ir, pidió a sus guardaespaldas que escoltaran a la pareja a una sala privada del museo. Hunter se veía visiblemente alterado.
- No sé por qué tengo el presentimiento que estoy en el ojo del huracán, le susurró Penélope a Hunter.
- Bien, ya estamos sólos, Penélope cariño, ¿nos harías el favor de darnos un momento de privacidad entre padre e hijo?
- Penélope no se mueve de aquí, si crees que me puedes enfrentar será delante de una mujer.
- Hijo, te estás poniendo muy dramático. Esta clase de arranques no son de personas de nuestra clase.
- Creo que tú y yo estamos en clases distintas.
- Ahora resulta que eres demasiado bueno para nosotros los mortales, por favor! Bájate de tu córcel blanco.
- No me creo mejor que todos, pero sí me creo mejor que tú, yo no pago por sexo.
Penélope, que hasta ese momento se había mantenido al margen de lo que parecía una simple discusión entre padre e hijo, de pronto empezó a atar cabos y a darse cuenta que esa distancia que le había puesto Hunter estaba probablemente relacionada en lo que ahora se revelaba. John Perry se mantenía callado analizando la situación y calculando el porcentaje de certidumbre que existía en la declaración de su hijo.
- ¿Cómo crees eso? ¿Quién te dijo eso? Me siento herido y decepcionado que pienses tan poca cosa de tu padre Hunter.
- Muy bien papá, así vas a jugar, está bien, pero tus reproches no funcionan conmigo, a diferencia de mi mamá, yo no vivo en negación.
- Es una estupidez y me niego a ser parte de esta mentira que te inventaste, hasta pronto hijo.
John empezó a caminar hacia la puerta.
- Cuando estaba haciendo mi labor social como abogado conocí a una joven que había escapado de una bodega donde la tenían secuestrada a ella y a otras veinte. Cuando dimos con la bodega nos dimos cuenta de las condiciones inhumanas en las que vivían y nos encontramos una agenda con una lista. El desgraciado que las tenía secuestradas estaba organizando una subasta para venderlas al mejor postor. ¿Qué nombre crees que encabezaba la subasta? John P., junto con una cuenta en las Islas Caimán que rebeló el resto de tu apellido. No sólo pagas por sexo, sino que pagas por el privilegio de acostarte con vírgenes. Y esas vírgenes a veces no tienen más de 14 años, pagas una fortuna por mujeres que están ahí en contra de su voluntad, drogadas y maltratadas. Son las mismas que ahora les das millones para tratar de saciar tu culpa. Pero, ¿acaso es culpa, o son apariencias? No sé cómo le hiciste para no pagar por tus crímenes pero no me interesa saberlo. Creo que en esa lista había más que sólo hombres ricos y aburridos con su vida, han de haber habido políticos y toda clase de animal corrupto ¡Me das asco y me averguenza ser tu hijo!
John Perry se había manteniendo dando la espalda a su hijo. Antes que pudiera decir otra palabra Hunter se le había avalanzado y luchaba por cubrir su cara de los puños de su hijo. Finalmente los guardaespaldas intervinieron y separaron la pelea. Hunter fue escoltado afuera del museo, su traje estaba cubierto de sangre y su rostro aun estaba encendido de rabia. Penélope observó todo incrédula de todo lo que había dicho. Siguió a Hunter mientras forcejeaba con los guardaespaldas recordando una de sus primeras noches en Nueva York cuando la esperanza se había esfumado del aire y la humanidad no tenía rostro de hombre, sólo de mujer.
Las piezas empezaron a embonar y Lilith tuvo más que nunca justificación de existir.
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