Soñé que estaba perdida en un bosque, en un bosque frío y denso donde la luz del sol no alcanzaba a atravesar tanta oscuridad. Me inundó la desesperanza y la ansiedad y me sentí tan pequeña e inútil que no pude hacer otra cosa que tirarme a llorar. Entonces oí tu voz, tu voz que siempre ha sido un remanso de calma y de cariño. Sentí tu abrazo cálido y reconfortante. Me sentí yo otra vez.
Es increíble y casi sobrenatural ese poder que tienes de reducir los dolores en tamaño e intensidad. Eres sobre mí la fuerza más grande ya que al ver a tus ojos ya no me siento sola, y me entiendes y consuelas sólo con la mirada. Tu cariño alimenta mi alma como ningún otro lo hará. Y creo que seré grande siempre y cuando conserve al menos la mitad de tu espíritu de mujer implacablemente valiente y amorosa.
Tus palabras son tan fuertes como un huracán y tu puntería tan directa al corazón como la flecha de Robin Hood. Eres la persona, casi Diosa, que siempre intentaré emular. Y cuando muera sólo espero que mis hijos puedan sentir lo que yo siento cuando hablo de ti...mamá.