Yo sé que existen personas que en su familia no encuentran ni un gesto conocido, que no encuentran relación alguna con esos seres que comparten su sangre y que los evaden. Los dejan encerrados en el fondo de un clóset que sólo sacan en días festivos. Sé que no toda la famila es fácil y que ser familia no significa necesariamente que te quieran o que deseen lo mejor para ti, aunque eso deba de ser. Lo que debe de ser y lo que es algo que con la madurez aprendes a diferenciar y a aceptar.
Pero también sé con una extraña certeza que tuve suerte y encontré en ti no sólo familia sino parte de mi alma. Somos tan diferentes, como dos caras de una moneda, pero a la hora de entendernos sabemos exactamente como completar nuestros pensamientos.
Te extraño porque contigo me siento más fuerte y más yo. Te extraño porque parte de mí se pierde si tú no estás para reiterarme mi espíritu. Te extraño porque sé que entre tú y yo, las sumas, las restas y sus promedios hacemos a la mujer perfecta.
Te extraño porque eres mi pasado tormentoso y nadie va a entender de donde vengo como tú lo haces, porque por mucho tiempo tuvimos la misma vida. Te extraño en el presente porque me gustaría que me vieras crecer y me gustaría saber que estás bien, no sólo de oirlo sino de verlo.
Eres el sacrificio más grande que me exije la distancia. El no tener a mi mejor amiga, a mí más fiel seguidora y confidente, a la más feroz protectora de mi alma. Extraño pelearme contigo por vanalidades como rímel y sombras de ojos, películas y la temperatura del cuarto. Extraño lanzarte miradas cuando sé que a las dos nos ha colmado la paciencia algun miembro familiar o desconocido. Haces mi vida más divertida, más entera, más dramática, más extravagante, te quiero y te espero, siempre te espero, siempre te quiero, hermana mía, la otra cara de mi moneda.
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